Voy a recordar este verano de 2016 por una sucesión de cosas buenas que me han pasado. Mes de julio. La casa del mirador ciego. No puedo parar de leer y a la vez no quiero que se me acabe esta novela maravillosa que me hubiera gustado escribir a mí. Quiero abrazar a Tora. Que alguien se encargue de acurrucar a esa niña, por dios. Que alguien le rompa la cabeza a ese bestia de Henrik. Me estremece esa valentía tuya, Tora. Y me reconforta y me llega la luz de Rakel, vaya si me llega. Cuando se me acaba, me refugio en otro libro. Este en teoría es infantil, pero qué va, también es para mí. La jardinera. Otra niña que lo transforma todo. Todo y a todos. Hasta lo que parecía muerto. Leo sus cartas una y otra vez. ¡Y esas ilustraciones! Llega agosto. Nos cogemos el coche y partimos para Cantabria. 72 kilómetros con la mochila a la espalda por Picos de Europa con mi querida familia. Ocho mochilas. Esfuerzo recompensado. Retorno a Madrid. Calor. Cambiamos la mochila por la maleta y cogemos los billetes de avión. Viaje a Eslovaquia y, en mi maleta, El informe de Brodeck. Bratislava. Poprad. La vía ferrata. Oh, dios, dónde nos hemos metido. Esto es demasiado peligroso para nosotros. Pero el hermoso bosque de Centroeuropa nos abraza y nos protege. ¡Seguimos vivos! Qué grandes somos mis hijos y nosotros dos. El informe de Brodeck. Por las noches. Y al amanecer, los montes Tatras, que alguien ha dibujado allá a lo lejos con plumilla y a trazo fino, para nosotros, que venimos de España y nos dejamos emocionar. Allí dentro, bosques verdeoscurocasinegro similares a donde se esconde Brodeck. Los eslovacos apenas nos hablan. Joder. Tampoco los vecinos hablan a Brodeck. Mierda de guerra, putos nazis. Novela para no olvidar. Los cuatro hemos hecho piña y surcamos las carreteras eslovacas con nuestro coche alquilado que lleva navegador, hombre, claro, cómo no iba a tener el coche un navegador. Encuentra hasta el ultramarinos donde necesitamos comprar la comida para la cena. Llegamos incluso hasta Budapest. Todo tan abigarrado, decadente y moderno a la vez. Respiramos, comemos, dormimos, nos amamos. Dan ganas de quedarse a vivir allí. Entre medias, subidón maravilloso con la selección española de baloncesto femenino en los Juegos Olímpicos. Adoro a estas mujeres. Es hora de volver a Madrid. Tenemos ganas de volver. Tanto visto. Tanto que contar. Y yo tengo ganas de trabajar. De trabajar, sí. De empezar con mis talleres. Con los trabajos pendientes. De retomar la escritura de mi novela, que me aguarda con paciencia a la espera de que le dé vida.

Gracias, Picos de Europa, Eslovaquia, Herbjørg Wassmo, Philipe Claudel, Sarah Steward y David Small. Gracias, familia mía.

Clara Redondo

Escritora y profesora de RELEE
Entrada publicada en RELEE

Obras citadas:

La casa del mirador ciego, de Herbjørg Wassmo. Ed. Nórdica.

La jardinera, de Sarah Steward, e ilustraciones de David Small. Ed. Kókinos.

El informe de Brodeck, de Philipe Claudel. Ed. Salamandra.